“MI TRABAJO CONSISTE EN SABER ROBAR BIEN”: Entrevista a Joan Cornellá
- Julio Soria
- 9 jul 2013
- 18 Min. de lectura
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Por recurrir a un símil futbolístico, podríamos decir que Joan Cornellà (Blanes, Gerona, 1981) responde a las preguntas como los más finos estilistas: corta y al pie. Lo importante es decir bien las cosas, y si con tres palabras es suficiente, utilizar cuatro es un derroche del todo innecesario. Siguiendo con este minimalismo verbal, el dibujante celebrará en pocas semanas la publicación de Mox Nox (Bang Ediciones), una serie de historietas mudas en las que ha dado un giro radical a su estilo artístico.
Responsable de la novela gráfica Abulio (Editores de Tebeos) y de la recopilación de historias cortas Fracasa mejor (autoeditado), Cornellà charla con DOZE Magazine sobre el humor negro y surrealista y detalla sus planes de futuro, que de aquí a unos meses le llevarán a establecerse en suelo francés.
DOZE Magazine: No sé si llamarte Joan o Magdalena… Joan Cornellà: Magdalena Basmati, por favor. Aunque también me gusta Renato Valdivieso. Lo dejo a tu elección (risas).
En el fondo no son más que bromas. La gente, a veces, tiene un apodo para el cómic. Yo quise hacerlo a la inversa, pero me parece que nadie se lo ha creído. Lo gracioso es que el otro día, en Facebook, me llamaron “farsante” por utilizar el pseudónimo de Magdalena. Facebook es una maravilla, porque te puedes llevar los mejores piropos y los peores insultos.
DM: Parece un poco excesivo, ¿no? JC: Supongo que el tío se quedó descolocado, insultado o engañado. Pero vamos, tampoco pasa nada.
DM: Tus seguidores de Facebook suelen ser muy halagadores. JC: Gustavo Sala me dijo un día que a él le piropeaban mucho, pero que todo eso hay que tomárselo con precaución porque la gente, a veces, puede ser un poco exagerada. Lo mismo le dan al “Me gusta” y luego no se compran tus tebeos. Creo que lo mejor es relativizar.
DM: La gran mayoría de tus seguidores son extranjeros y eso, cuando menos, debe resultarte llamativo. JC: Y tampoco suelen ser personas vinculadas al cómic o lectores habituales. Creo que, en general, se trata de consumidores de materiales que se mueven a través de la Red. Al margen de eso, estoy contento de haber podido llegar a tanta gente. No deja de ser un ‘shock’, porque el mundillo del cómic es bastante cerrado y en España, además, no tiene demasiada repercusión. Gracias a Facebook se me han abierto unas cuantas puertas.
DM: En todo caso, ¿a qué crees que se debe esa difusión internacional de tus trabajos? JC: Mis historietas son mudas y supongo que, al final, eso facilita bastante las cosas.
DM: ¿Y desde el punto de vista del contenido? JC: No lo tengo claro, pero creo que la muerte atrapa mucho a la gente. Hay un componente morboso y eso siempre llama la atención. Por otro lado, no deja de ser uno de los grandes temas del ser humano.
DM: Aunque tú lo tratas desde un punto de vista muy personal. JC: Lo de personal… Lo que uno hace tiene mucho de otros autores, así que no creo demasiado en la originalidad. Aparte de eso, supongo que algo debe tener mi fórmula para que le haya gustado a la gente.
DM: Por los comentarios que he podido escuchar de varias personas que conocen tu trabajo, la idea general es que has sabido definir un estilo propio. JC: Me da mucho reparo hablar de esto. Mi trabajo, en el fondo, consiste en saber robar bien, hacer una cosa que pueda parecer propia. Ya te digo, veo muy difuminado el tema este de la originalidad.
DM: ¿De dónde sale tu vena de dibujante? JC: He dibujado toda la vida, desde que era pequeño y los compañeros de clase me pedían que les hiciera monigotes. Mi padre era arquitecto y lo mismo eso tiene algo que ver, pero tampoco sé hasta qué punto.
DM: ¿No había precedentes familiares? JC: Para nada, al menos hasta donde yo conozco mi árbol genealógico.
DM: ¿A qué se dedicaba tu madre? JC: Era administrativa en el ayuntamiento de mi pueblo. Una de mis hermanas estudió Bellas Artes y a mi hermano también se le daba bien el dibujo. ¡Uy, “también”, va a parecer que pienso que sé dibujar!
DM: Te veo muy humilde… JC: Prefiero que sean los demás quienes reconozcan mi trabajo. Me da asquito la gente que va sacando pecho y si yo actuara igual, pensaría: “¡Pero qué coño estás haciendo!”. Supongo que juego un poco con ese papel de humilde, porque de ahí también se sacan réditos.
DM: Y de paso te cubres las espaldas. Cuanto más pecho saques, más ganas tendrá la gente de hundírtelo a la primera ocasión. JC: Por ahí va la cosa. Pero tampoco creo que esté salvando el planeta o algo por el estilo
DM: ¿Cómo fueron tu infancia y tu adolescencia? JC: Me pegaban y… ¿Sabes qué pasa? Mucha gente me dice que tengo una menta perturbada, que estoy loco. Es un comentario clásico en Facebook. Llega un momento en el que dices: “¿Pero esto qué es? ¡Sólo hago historietas!”. Cuando me has hecho la pregunta, lo primero que he pensado ha sido: “Venga, le cuento que tuve una infancia traumática y así podré saciar la impresión que tantas personas tienen de mí”.
Sé que en mis historias pongo mucha sangre, pero luego, te lo creas o no, soy bastante aprensivo con las amputaciones y ese tipo de cosas. Creo que por eso me sale un humor tan negro, que además es algo muy normal en mi familia. Viene de fábrica.
DM: ¿Cuándo empezaron a interesarte los tebeos? JC: Pues lo mismo, desde que era un niño. En casa había algún cómic de The Spirit, que le gustaba a mi padre, y mi hermano compraba revistas como Cimoc. Crecí con eso y ya desde pequeño leí muchos cómics adultos: El Víbora, El Jueves… Con trece años, mi tebeo favorito era Makoki. Había muchas cosas que no entendía, pero aquellas historias me atrapaban y, además, estaba el rollo de que fueran “cosas de mayores”. Tintín lo veía como de gente seria y formal, no me gustaba nada. Ahora me sabe mal, porque Tintín es un tebeo muy bueno; me hubiera gustado pillarlo antes y no haber tenido que hacer esa transición tan directa desde el cómic infantil al adulto.
Luego tuve un paréntesis bastante largo, desde los 17 años y hasta los veintipocos, en que me olvidé mucho de los tebeos. Estaba imbuido por el mantra de Bellas Artes de que debes hacer algo trascendental, con más pretensiones. No volví a dibujar hasta que salí de la facultad.
DM: ¿Hubo algún cómic que te hiciera pensar: “Yo me quiero dedicar a esto”? JC: Superlópez. Mi hermano tenía los tomos gordos de Bruguera y el número uno acabó sobadísimo. Jan era un ídolo. Incluso dibujé mis propios cómics, grapados y todo, en los que copiaba la estética de Superlópez.
DM: Pero luego te decantaste por el underground. JC: Pasé de Superlópez a Makoki, Martí Riera, Peter Bagge, Daniel Clowes, Charles Burns... Eso ocurrió casi de un año para otro. Desde entonces, y salvo durante el paréntesis que te comentaba antes, el cómic underground siempre lo he tenido muy presente.
DM: ¿Y los autores clásicos, como Crumb, Shelton, Spain Rodriguez, Moscoso...? JC: Los descubrí más tarde y nunca me fascinaron. Reconozco que Crumb es el máximo exponente y la bestia parda de todo esto, pero la generación de Bagge y Clowes es más importante para mí.
DM: Durante esa etapa en la que te alejas del cómic, ¿también dejaste de leer? JC: No consumía casi nada, me quedé anclado en lo que había visto con 17 años y tampoco salían cosas que me llamaran la atención.
Poco antes de empezar el bachillerato vi una entrevista de Max por televisión y recuerdo que su discurso era muy deprimente, porque te hablaba del cómic como algo sin futuro. Creo que eso, de alguna forma, me hizo pensar que debía dedicarme a otra cosa si no quería morirme de hambre.
Además, tenía otros intereses, como el cine o la pintura. Al final perdí las ansias de ser dibujante, cuando antes había tenido clarísimo que quería dedicarme a hacer tebeos.
DM: Háblame más de esos intereses ajenos al cómic. JC: No te sabría decir algo que me haya marcado, porque me gustaban muchas cosas: los cuadros de Francis Bacon, las películas de David Lynch… También toqué en varios grupos. Es decir, que tenía varias inquietudes.
DM: ¿De qué eran los grupos? JC: De hardcore, en plan Minor Threat y Black Flag. Ni siquiera eran grupos, sino proyectos de grupo, y estuve en un montón. Primero me junté con los colegas del pueblo y luego continué en Barcelona. Hacíamos conciertillos, pero sin ninguna pretensión de llegar a algo más. Y mucho menos de vivir de ello.
DM: ¿Qué instrumento tocabas? JC: Algunas veces tocaba el bajo, pero casi siempre cantaba. Si es que se le puede llamar así.
DM: Escuchándote hablar, tan tranquilo como pareces, resulta difícil imaginarte como cantante de hardcore. JC: Como soy más bien tímido, supongo que lo de cantar era una especie de terapia de choque. Pero tampoco te creas que me ponía muy nervioso, porque estas escenas son bastante reducidas y a nosotros venían a vernos cuatro gatos.
DM: Me decías antes que el humor negro es muy habitual en tu casa… JC: Sobre todo por parte de mi madre. La mujer se rió con Abulio, así que te puedes hacer una idea. Supongo que la familia marca tu tipo de humor, ya sea por reacción o por asimilación.
DM: En todo caso, es interesante porque marca un origen. JC: Mi madre es madrileña y siempre he pensado que el humor mesetario tiene más mala leche. Pero si nos ponemos a hablar de gustos personales, lo que más me tira son los Monty Python. Y de los actuales, Miguel Noguera, Especialistas Secundarios o Los Pioneros del Siglo XXI.
DM: En 2009 ganaste el Premio Josep Coll y eso te permitió publicar 'Abulio' en Glénat (en la actualidad,Editores de Tebeos). JC: Antes había hecho algunas colaboraciones para Amaníaco, que fue el primer sitio donde publiqué. Creo que era trimestral y no llegué a sacar más de cuatro o cinco historietas, porque de inmediato me otorgaron el premio, se publicó Abulio y empecé a colaborar en El Jueves.
DM: ¿Qué supuso ese premio en tu carrera profesional? JC: Ya llevaba un tiempo en el que me dedicaba únicamente a dibujar historietas, pero sin dinero de por medio. Con Abulio cobré 6.000 euros por adelantado y eso me permitió aguantar durante unos cuantos meses. Te cambian los hábitos, porque sólo tienes que preocuparte por dibujar tu tebeo.
DM: Y al margen de lo económico, supongo que el premio te ayuda a ser más conocido. A lo mejor no de cara al público, pero sí a la hora de llevar tu portafolio a una editorial o una revista. JC: Una cosa lleva a la otra, eso está claro. Me pude presentar en El Jueves con algo bajo el brazo, pero no sé hasta qué punto sirvió de algo. En todo caso, es cierto la gente empezó a ponerme cara gracias al premio.
DM: En El Jueves has hecho portadas y has dibujado en secciones como ‘El gilipollas de la semana’ o ‘El gas de la risa’. ¿Cuál es tu posición dentro de la revista? JC: Ahora mismo, nula, porque llevo mucho tiempo sin publicar. Durante una época hice varios ‘Gilipollas de la semana’, donde tenía una influencia clarísima de Drew Friedman, y luego estuve un año en El gas de la risa. Eso me daba cierta regularidad, pero eran tiras y cosas menores, así que tampoco tenía un papel muy importante.
DM: ¿Qué te pareció el cierre de ‘El gas de la risa’? JC: Pensaba que no duraría ni cuatro meses, así que para mí lo sorprendente es que no ocurriera antes. Es lo que hay: el lector de El Jueves no es lector de cómics, sino de prensa satírica, y quiere una cosa más relacionada con lo cotidiano. De hecho, creo que en la revista triunfan más las páginas de actualidad que los personajes. Partiendo de esa base, era casi imposible que pudiera funcionar una sección como El gas de la risa, donde se hacían cómics bastante más exagerados o surrealistas. Es una pena que no exista una publicación donde tengan cabida estos trabajos.
DM: Había gente muy buena en ‘El gas de la risa’: Guille, Juarma, Gustavo Sala, Triz, tú mismo… JC: Pero ninguno vivíamos de eso. Te daba una visibilidad, porque El Jueves tiene mucha tirada, pero también comprendo que no se puede ir en contra de la realidad, y la realidad es que no hay demasiados lectores a los que les gusten esta clase de historietas.
DM: Siempre se ha hablado mucho sobre cuándo empezaría a publicarse tu propia serie. JC: Lo veo como algo utópico. En El Jueves, la cuota de dibujantes underground se limita a Paco Alcázar. Con eso van servidos. Me parece muy difícil y, por otro lado, a lo mejor tendría que hacer un humor más costumbrista, cuando a mí lo que me gusta es el surrealismo.
DM: Desde hace varios meses has venido colgando en Internet una serie de páginas mudas y con un estilo muy diferente al que nos tenías acostumbrados. JC: Antes le daba mucha importancia al dibujo, mientras que ahora me centro en el chiste y en el guion. Trato a los personajes de un modo más inhumano y, al menos en apariencia, se trata de un mundo más feliz.
DM: ¿Esa búsqueda de un dibujo más sencillo: tiene una explicación filosófica o es simplemente una cuestión práctica? JC: Mi estilo anterior exigía más dedicación. Las páginas actuales están pintadas y eso también implica mucho trabajo, pero, al ser mudas, tardo menos tiempo en dar con la idea para el chiste. Es más minimalista y eso me obliga a sintetizar lo que quiero decir.
DM: Perdona que insista, pero ese cambio a un estilo más fácil de ejecutar, ¿puede deberse también a que ahora te sientes más consagrado? JC: Seguro que algo hay. Al principio quieres que todo el mundo sepa de lo que eres capaz y eso te lleva a abarcar más de la cuenta, a meter muchas cosas en los dibujos. Luego, con el tiempo, empiezas a simplificar.
DM: Y eso te ha llevado a alejarte de Alcázar o Friedman y acercarte a Helge Reumann, a quien has nombrado alguna vez como uno de tus autores favoritos. JC: También hay cosas de Brecht Vandenbroucke, un tío joven que acaba de sacar su primer cómic y que también ha hecho muchas páginas mudas. Pero creo que la principal influencia para este cambio de estilo son las historietas de Cowboy Henk, de Herr Seele.
DM: El hecho de que sean historietas mudas, ¿influye mucho en el proceso creativo? JC: Totalmente. Pasas de un extremo a otro: antes escribía el texto y no hacía esbozos, sino que me ponía directamente a dibujar; ahora dibujo desde el principio y voy directo al chiste que quiero hacer.
DM: Tu nuevo estilo me recuerda a los manuales que aparecen en el 'El Club de la Lucha': el avión se va a estrellar, pero todos los pasajeros parecen tranquilos. JC: Me lo han dicho varias veces. Es más, alguien lo definió como Manual de instrucciones para locos. Como podrás comprender, no ando por ahí mirando manuales, pero es una comparación que me gusta.
DM: ¿Cómo mezclas dos conceptos, en principios tan distanciados, como el humor y la muerte? JC: No es complicado. La muerte es un tema muy duro y sobre el que a nadie le gusta hablar. Con el humor, de alguna forma, le quitas la solemnidad, y eso te permite tratarla de un modo diferente. A veces caigo en la cuenta de todo el tiempo que dedico a pensar en amputaciones, o en cómo voy a hacer para que un tío muera. Es muy retorcido, pero ¡coño, te ríes!
Y luego hay mucha gente que no se ríe, sino que se queda confundida. Me dicen que no entienden nada, pero no pueden dejar de mirarlo. La muerte, el humor, los colores llamativos… Les dejan atrapados.
DM: Pero superado ese impacto inicial, se encuentra una narración lógica en todos tus dibujos. JC: Sólo busco un chiste, pero cada persona saca su propia conclusión. También me llevo sorpresas, porque la gente, a veces, le da un sentido que yo no había pensando, pero que me gusta incluso más que mi idea original. Y luego, en otras ocasiones, le sacan un discurso filosófico que me parece muy interesante, aunque nunca haya sido mi intención hacer un planteamiento tan elaborado.
DM: ¿Nunca buscas una segunda lectura? JC: Quizás haya hecho alguno más abierto, pero muy pocos. Hay gente que me manda mensajes para que les explique los chistes, personas muy serias que te envían mensajes larguísimos. ¿Y qué les voy a decir? Si te explican un chiste, pierde toda la gracia. No le ven el lado humorístico y buscan algo más profundo. Necesitan saber qué es eso y le dan algunas interpretaciones que se me escapan, la verdad.
DM: A lo mejor una de tus historietas inspira al nuevo Mark David Chapman. JC: Mucha de esa gente que me pide explicaciones lo hace de una forma muy inocente. Se da bastante entre los asiáticos, que me escriben muy convencidos de que hay algo oculto en mis chistes. Y yo pienso: “Amigo, ten cuidado, que se te podría engañar con mucha facilidad”. Es una cosa muy rara.
DM: Esas páginas mudas se van a reunir en 'Mox Nox', un título que publicará Bang dentro de pocas semanas. En todo caso, tengo entendido que hubo otras editoriales interesadas en tus nuevos materiales. JC: Y es verdad, pero Bang también va a sacar el libro en Francia y era una opción que no podía dejar escapar.
DM: ¿Esperas que se te abran algunas puertas? JC: La situación en España es muy difícil y seguro que fuera las cosas tampoco son sencillas, pero el número de opciones se amplía. De hecho, me voy a vivir a Francia, seguramente a Toulouse. Sacaré el cómic, lo presentaremos y luego me iré a probar suerte.
DM: Hace poco comentaste que te querías dedicar a la ilustración comercial. JC: La gente no es consciente de lo que cuesta dibujar un tebeo y, a menos que tengas una página fija en El Jueves, en este país no se puede vivir del cómic, así que estoy abierto a hacer cosas por encargo. Lo gracioso es que, de pequeño, pensaba que los dibujantes vivían de puta madre. Puedes tener seguidores en las redes sociales, pero en el fondo no dejas de ser un pringadillo.
DM: ¿Es muy frustrante? JC: Depende del momento. He estado cinco meses haciendo mi nuevo cómic sin ver un duro y, aunque he dibujado alguna cosilla para El Jueves, he tenido que vivir en plan infrahumano. También es cuestión de cuál sea tu escala de valores: para mí es más importante hacer lo que me gusta, aunque luego tenga que comer arroz todos los días.
DM ¿Crees que se podría revertir esa situación? ¿Se puede crear un tejido que permita a los autores vivir del cómic sin tener que recurrir a segundas ocupaciones? JC: No tiene remedio. Para eso haría falta un público que, hoy por hoy, no existe. El cómic es algo muy reducido y dudo mucho que eso vaya a cambiar.
DM: En alguna ocasión te has mostrado muy crítico con el modelo editorial español y su tendencia a importar cómics extranjeros, en lugar de potenciar el producto nacional. JC: Es lo que se hace en países como Estados Unidos, Japón o Francia, y parece que les va mejor que a nosotros.
DM: España, ahora mismo, tiene una cantera de dibujantes con un nivel medio muy alto. JC: Aquí tenemos un montón de autores que, si estuvieran traducidos al inglés, seguro que podrían llegar a muchísima gente.
DM: Has comentado varias veces que no crees en el realismo, “y menos en un medio como el cómic”. JC: No me interesan las historias intimistas. Quizás algo más cuando tienen un cierto grado de fundamento en lo real, como las historietas biográficas de Crumb o Clowes, que tampoco dejan de estar ficcionadas. No me atrae la idea de plasmar la realidad en un medio artístico y, al final, creo que todo el mundo acaba contando “su historia”.
DM: Entonces, mejor no hablamos de novelas gráficas. JC: Algunas me pueden gustar, pero prefiero contenidos más surrealistas. Además, los tochos me dan bastante pereza; me atraen más las cosas cortas que hacen autores como Kaz o Johnny Ryan.
DM: “Me gusta que mis historietas transiten en algún lugar entre lo esperpéntico, lo inquietante y la risa”. De esos tres elementos, ¿qué porcentaje hay de cada uno en tus historietas? JC: Creo que todo eso continúa sintetizado en lo que hago, por más que ahora haya cambiado mi estilo de dibujo y mis historias sean mudas. La gracia es variar un poco en cada ocasión, que los chistes vayan oscilando de un tono humorístico a otro más inquietante. Si conoces de antemano el plato que te van servir, lo normal es que te aburras. Y dosificar los detalles no sólo es importante de cara al lector, sino también para el dibujante.
DM: Esa sensación tan incómoda que tus trabajos provocan en el lector, ¿es algo intencionado o te sale de forma natural? JC: Nunca me lo he planteado. Sale así porque son el tipo de historias que me gustan, como los sketches de Muchachada Nui o series como The Office. En Abulio o Fracasa mejor tenía un estilo más feísta e incómodo, mientras que mis nuevas páginas te remueven por la historia, ya que el dibujo es más amable y al principio no impacta tanto.
DM: ¿Has visto las dos versiones de 'The Office'? JC: Sólo la británica. De Ricky Gervais también me encanta Extras. En lo que se refiere al humor, los británicos están en otro nivel. Nosotros tenemos algunas cositas, pero allí salen muchas series buenas cada año.
DM: Hay algunas míticas, como 'Yes, Minister', 'Yes, Prime Minister', 'Fawlty Towers', 'The Black Adder', 'The Young Ones'... JC: John Cleese es brutal. Para mí, la mejor serie es el Flying Circus de los Monty Pyhton. Por otra parte, siempre he visto mucho humor en series que no pretenden ser humorísticas, como Twin Peaks. La gente me mira raro cuando cuento estas cosas, pero Buñuel o Lynch tienen mucho humor; pasa más desapercibido y no es algo prioritario en lo que hacen, pero está ahí.
DM: Voy a recuperar otra frase tuya: “Todos somos unos pobres diablos”. JC: Y es verdad.
DM: Todas tus historietas están protagonizadas por un hatajo de desgraciados. JC: En mis historias todo está un poco exagerado, pero creo que, en el fondo, la vida real funciona de esa manera. Hasta los tíos más guays, los que se creen estupendos, no son más que pobres diablos. Puedo sonar muy cínico, pero es lo que pienso.
DM: Es decir, que tu trabajo refleja fielmente tu manera de pensar. JC: Por supuesto. No hay necesidad de generar discursos filosóficos o con muchas pretensiones, pero trato de ser muy honesto en mi forma de actuar y creo que eso se transmite en mis cómics.
DM: Eres un reivindicador del esperpento. JC: Pero del esperpento como cosa ibérica. Es más de mi época de Abulio, cuando estuve muy fascinado con Berlanga o Azcona y películas como El pisito o El cochecito. Quería que mi cómic tuviera algo de todo eso. Además, el humor negro, se le llame esperpento o se le llame equis, tiene una gran tradición en este país.
DM: Hay varios personajes públicos, como por ejemplo Ramón de España, que lamentan el poco reconocimiento que el esperpento tiene en la actualidad. JC: Ahí está Alex de la Iglesia, que ha bebido mucho del esperpento. Incluso Almodóvar saca de vez en cuando esa mala leche tan particular. Creo que es algo muy extendido.
DM: Antes mencionabas a Drew Friedman, un autor al que se ha citado muchas veces como una de tus grandes influencias. JC: Le conocí a través de Daniel Clowes y me terminé comprando todos sus cómics, porque tenía un rollo que me gustaba mucho, con todos esos detalles en las caricaturas… Lo que más me interesaba eran sus dibujos, porque los guiones los hacía su hermano y son muy pocas las obras en las que ejerce como autor completo. Aun así, durante mucho tiempo ha sido uno de los autores en los que más me he fijado.
DM: Por otra parte, siempre destacas los trabajos de Pierre La Police. JC: Aquí no se le hace caso, pero en Francia tiene cierto estatus. Dibuja sin ninguna pretensión y, de hecho, sus historias más graciosas son las que están peor dibujadas. Es una máquina del humor absurdo.
Asimismo, creo que es necesario que se le empiece a prestar más atención a Jorge Parras, que es un dibujante de los importantes. Hay pocos autores que me hayan hecho reír como él; es una cosa que sale de dentro, muy visceral.
DM: En 'Abulio', 'Fracasa mejor' o tus chistes para El Jueves, te asemejabas bastante al Paco Alcázar de 'Escarba, escarba' o 'Porque te gusta'. JC: Lo he comentado con él y ninguno de los dos lo tenemos muy claro, pero supongo que algo habrá, porque Paco es el mejor dibujante español de siempre y le he copiado hasta la saciedad. Quizás en Abulio sea más evidente, aunque mis dibujos están más abarrotados de cosas.
DM: Y hablando de 'Fracasa mejor', ha sido algo que te has sacado de la manga de forma inesperada. JC: Llevaba tiempo con ganas de publicarlo. Se lo mandé a varias editoriales y sólo me contestó una, pero me dijeron que había que esperar un año y yo tenía ganas de sacarlo cuanto antes. No acabo de estar contento, porque no sé vender mis trabajos y tampoco me he preocupado de mandarlo a librerías. Sólo hice trescientas copias, así que todo respondía más a una satisfacción personal que a los réditos económicos que pudiera proporcionarme.
DM: ¿Cómo han ido las ventas? JC: Pues fracasando: lleva siete meses en la calle y todavía me quedan unos ochenta ejemplares. Ajusté el precio al máximo para que la gente lo pudiera comprar, porque ahora mismo estamos en una época jodida, pero ni por esas ha funcionado. Y más allá de la presentación que hice en Barcelona, tampoco lo he movido en condiciones.
DM: ¿Crees en la venta por Internet, en la relación directa entre autor y lector? JC: Me tragué una entrevista a Hernán Casciari, fundador de Orsai, y me pareció muy interesante todo lo que decía. Él ya tenía unos conocimientos editoriales y una base de lectores bastante amplia cuando montó la revista, pero ha sabido sacarle el jugo a las posibilidades de Internet, prescindiendo de intermediarios y estableciendo una relación directa con la gente que le sigue.
He vendido varias impresiones a través de Kopi Luwak, una plataforma en la que estaba junto a David Sánchez, Néstor F., Bakea y José Punzón, y ahora he creado mi propia web. Veremos qué tal funciona.
DM: También tienes ilustraciones a la venta en Vidas de Papel. JC: Son mis materiales antiguos, pero creo que ya no interesan. Ha sido un giro bastante brusco: empecé a sacar las nuevas páginas y, de repente, todo el mundo dejó de preguntarme por mis trabajos anteriores.
DM: No parece que responda a un tema económico, porque las ilustraciones de Kopi eran más caras que las de Vidas de Papel. JC: Creo que se debe al hecho de que Fracasa mejor está escrito en castellano. De España me han llegado poquísimos pedidos, pero desde el extranjero me han comprado bastantes páginas mudas. De la gente que entra en mi blog, el 96 por ciento procede de otros países, como Estados Unidos, Brasil o Hong Kong.
DM: ¿En dónde se suelen vender tus originales? JC: En Inglaterra, Estados Unidos, Rusia, Francia… De España sólo me ha llegado un pedido.
DM: Para terminar, ¿cómo surgió la historia de que eras sobrino de Vázquez? JC: Lo puse en Abulio para hacer la coña y mucha gente se lo creyó. De hecho, algunos amigos de toda la vida me preguntaron si era verdad.
DM: Pues seguro que más de uno sigue pensando que es cierto. JC: A Magdalena Basmati la pusieron como autora en una reseña que me hizo un medio ruso, así que todo es posible.
Texto: Julio Soria
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Tomado de: http://www.doze-mag.com/arte/1690-comic-joan-cornella.html (Recuperado 07/06/2016)
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